Comer carne, cada vez más caro: subió otro 10% pero anticipan más aumentos para las Fiestas

04 de noviembre de 2025
Redacción La Plata Diario

El consumo en caída libre y un mercado que se recalienta mientras el Gobierno busca contener la inflación sin herramientas efectivas. Qué cortes subirán y cómo impacta la suba en el bolsillo de los argentinos.

La carne aumentó un 4,1% en abril y un 24% en lo que va del

El termómetro más sensible del consumo popular volvió a marcar en rojo. El precio de la carne subió en promedio un 10% en los primeros días de noviembre, con diferencias notables según el barrio y la zona del conurbano bonaerense. Y el panorama no se detiene ahí: los carniceros advierten que los cortes más tradicionales —asado, vacío, matambre y peceto— volverán a aumentar de cara a las Fiestas.

El dato, que podría parecer un movimiento estacional, se convierte en síntoma de algo más profundo: una economía que perdió anclajes y un consumidor que ya no resiste la góndola. Con la inflación mensual todavía por encima del 6%, la recomposición de ingresos sigue siendo una promesa lejana en la era Milei, mientras la política monetaria del Banco Central avanza en la línea del ajuste seco.

Aumentó un 10%, y eso que venía subiendo de a poco. Ahora se fue todo a las nubes”, reconoció Marito Laurens, carnicero del partido de Morón, en diálogo con C5N. Con el lomo a $18.000 el kilo y el asado en $13.800, los precios se transformaron en una postal del bolsillo agotado. “No hay ventas. Si vos subís y subís, no entra gente”, sentenció.

El nuevo mapa del mostrador

El fenómeno es doble: por un lado, la escasez de ventas fuerza a los comercios a contener parte del aumento; por otro, la especulación previa a las Fiestas impulsa la retención de stock. “Se guarda mercadería para vender en diciembre”, explicó Laurens, que advierte sobre los cortes más sensibles: matambre, vacío, entraña, tapas y peceto.

El precio de la carne aumentó 6,1% en abril: qué cortes subieron más - Noticias Radio Reflejos

El consumidor, a su vez, se adapta con pragmatismo: el osobuco a la parrilla se volvió un nuevo clásico, el reemplazo del asado prohibitivo. “Hay que cambiar los cortes tradicionales, buscar la palomita o la cuadrada, que están más baratas y rinden igual”, aconsejó el carnicero.

La recomendación de “comprar y freezar” antes de diciembre refleja el cambio de paradigma: el ahorro dejó de ser financiero para volverse alimentario. En tiempos de tasas negativas y precios desatados, la heladera reemplaza al plazo fijo.

Inflación, dólar y la carrera de los precios

En el trasfondo, la suba de la carne condensa los dilemas del plan económico. El Gobierno celebra una desaceleración estadística, pero los aumentos de alimentos esenciales —carne, pan, lácteos— erosionan cualquier relato de estabilidad. El dólar comercial y el “efecto exportador” empujan al alza la hacienda en pie, mientras la cadena frigorífica apunta al exterior y restringe la oferta local.

El resultado es un clásico argentino: la carne sube más rápido que los salarios, y el consumo per cápita —que supo superar los 70 kilos anuales— ronda hoy los 43 kilos, el nivel más bajo en más de medio siglo.

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Una crisis que también es cultural

En la Argentina, el precio del asado no es solo un número: es una medida simbólica del bienestar. Cuando el asado desaparece del menú de los domingos, algo se quiebra en la economía emocional del país. En ese sentido, la escalada de los precios refleja también la pérdida de un ritual colectivo, la traducción doméstica de un modelo económico que privilegia la acumulación sobre la mesa.

La carne como espejo del ajuste

El aumento de la carne sintetiza las tensiones del presente: inflación persistente, salarios rezagados, consumo en retracción y un Gobierno que confía en la “libre competencia” como corrector natural de precios. Pero cuando el mercado ajusta en el mostrador y no en la renta, el zorro termina otra vez adentro del gallinero.