Milei-Trump: el acuerdo que desnuda la obsesión de EE.UU. por cerrar La Salada y disciplinar el mercado informal argentino

14 de noviembre de 2025
Redacción La Plata Diario

El pacto de comercio e inversión incluyó un capítulo de Propiedad Intelectual que apunta de lleno a los polos de falsificación. Washington celebró las operaciones en La Salada y exigió un control más estricto sobre mercadería trucha y patentes. Trasfondo: el mercado informal como moneda de cambio en la geopolítica del nuevo alineamiento.

En la narrativa oficial, el acuerdo Milei–Trump es un “marco para profundizar el comercio”. Pero en Washington lo leen con otra sintaxis: es el inicio de una ofensiva para terminar con La Salada, el mayor bazar de falsificaciones de Sudamérica. Un símbolo del desorden argentino que la Casa Blanca, desde hace años, ubica en su lista de prioridades comerciales.

El comunicado norteamericano fue más explícito que el del Gobierno argentino. “Argentina ha tomado acción contra un importante y notorio mercado regional de productos falsificados”, celebró la Casa Blanca.

Donald Trump y Javier Milei.
Traducido: EE.UU. reconoce que Milei empezó a hacer lo que ningún presidente —ni kirchnerista ni macrista— se animó a convertir en política sostenida: atacar el ecosistema económico que sostiene a cientos de miles de trabajadores informales.

La Salada: más que un mercado, un síntoma

Detrás del anuncio hay un diagnóstico que Washington repite hace años en sus reportes: La Salada no es un problema policial, sino un nodo económico paralelo, con financiamiento propio, logística propia y un entramado político que incluye punteros locales, organizaciones sociales y un flujo de efectivo que nunca tributa.

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Para el gobierno de Trump, cerrar La Salada es disciplinar un espacio donde el Estado argentino nunca logró imponerse, y donde la economía informal no es excepción sino regla. La Casa Blanca eligió elevar la presión ahora porque Milei —a diferencia de sus antecesores— ha demostrado voluntad de avanzar en regulaciones incómodas, incluso a riesgo político propio.

El capítulo oculto: Propiedad Intelectual como ancla del acuerdo

En silencio, el capítulo de Propiedad Intelectual es el corazón del pacto.
Ahí se define lo que Argentina deberá cumplir:

  • Mayor fiscalización de bienes falsificados, tanto en ferias físicas como en plataformas online.

  • Reforma de criterios de patentabilidad, un viejo reclamo de las corporaciones farmacéuticas y tecnológicas.

  • Reducción del “patent backlog”, el atraso crónico en aprobación de patentes que convierte a Argentina en un territorio inseguro para inversiones de alta tecnología.

Lo que la Casa Blanca no dijo —pero insinúa— es que el acuerdo será monitoreado con lupa, y que las concesiones comerciales futuras dependerán de cómo avance esta limpieza del mercado ilegal.

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La geopolítica del orden: Milei ofrece control a cambio de acceso

El alineamiento con Estados Unidos tiene una lógica más amplia. Para Milei, ordenar la economía informal es una forma de legitimarse ante el capital internacional. Para Washington, es asegurar un socio que juegue con reglas compatibles con su sistema de propiedad intelectual.

El mensaje es claro: Si Argentina quiere ingresar a cadenas globales de valor, deberá demostrar que puede controlar La Salada, el comercio online trucho y la informalidad que erosiona a las marcas estadounidenses.

Un acuerdo con impacto interno

La presión de EE.UU. coloca al Gobierno en un dilema doméstico.
La Salada y sus derivaciones sostienen a cientos de miles de familias. Cerrar el circuito sin una alternativa real puede generar una tensión social que ningún operativo policial podrá contener.

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Pero para Milei, hoy más cercano a Trump que a cualquier aliado regional, este es el costo inevitable del nuevo rumbo.

El pacto deja claro que la batalla por la “Argentina formal” no se discutirá solo en La Salada: se discutirá en Washington.