El Garrahan ganó una causa nacional: 61% de aumento y un mensaje de lucha para el Gobierno
05 de noviembre de 2025
El histórico aumento para los trabajadores del hospital pediátrico más emblemático del país se convirtió en un gesto político que trasciende los números. Entre la precarización y la resistencia, el Garrahan vuelve a ser símbolo de una Argentina que defiende lo público frente al desmantelamiento libertario.
El anuncio de un aumento salarial del 61% para los trabajadores del Hospital Garrahan no es solo una noticia sindical. Es, en términos políticos, una victoria de sentido: la defensa de la salud pública frente a un gobierno que hizo de la motosierra su bandera. La secretaria general de la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT), Norma Lezana, lo definió con precisión quirúrgica: “Ganamos una causa nacional”.
En la práctica, la recomposición —que el propio hospital reconoció oficialmente— corona meses de protestas, paros, ollas populares y denuncias por desfinanciamiento. Pero en lo simbólico, representa algo más profundo: un límite social al ajuste. El Garrahan, orgullo de la pediatría argentina y referencia en América Latina, se volvió el punto donde la política del recorte encontró resistencia organizada.

Del hospital a la calle: cuando la salud se vuelve movimiento social
Lezana lo explicó sin eufemismos: “Este aumento es un reconocimiento a un verdadero movimiento social”. Y no exagera. Durante casi dos años, el personal del Garrahan —médicos, técnicos, enfermeros, residentes— tejió una red de apoyo con familiares, organizaciones sociales, sindicatos, universidades y organismos de derechos humanos. El reclamo trascendió la paritaria y se transformó en un manifiesto contra la precarización de la salud infantil.
La lucha fue áspera. En medio de campañas de desinformación y presiones políticas, los trabajadores sostuvieron que el Gobierno libertario buscaba disciplinar un símbolo: el hospital público más prestigioso del país, construido sobre la idea del Estado como garante de derechos.
En esa pulseada, el Garrahan resistió con guardias mínimas, turnos extendidos y asambleas permanentes. Y logró lo que parecía imposible: forzar una decisión política a contramano del ajuste.

Milei, los números y la sensibilidad política
El oficialismo intentó relativizar el impacto, presentando el aumento como “readecuación presupuestaria”. Pero puertas adentro, el gesto tuvo lectura política. En Balcarce 50 admiten que no podían sostener un conflicto con un hospital pediátrico en el inicio de la campaña sanitaria de verano. La imagen de médicos protestando por salarios de miseria mientras se pedía “eficiencia del gasto” era demasiado costosa.
El conflicto del Garrahan, además, expuso una contradicción de fondo: la retórica del mérito frente al sacrificio real del sistema público. Los profesionales del hospital ganan sueldos que, en muchos casos, no superan los 700 mil pesos mensuales, apenas por encima de la línea de pobreza urbana. “No es un bono: es un acto de justicia”, resumió Lezana.
El valor político de lo público
La victoria del Garrahan también reavivó una discusión cultural: ¿qué lugar ocupa el Estado en la salud? En tiempos donde el discurso oficial insiste en la “eficiencia privada”, el hospital volvió a mostrar que el sistema público no solo cura, sino que construye comunidad.

Lo que los trabajadores lograron no fue un privilegio: fue una reafirmación del derecho a la salud como causa colectiva.
Y en un país donde los hospitales se sostienen con más vocación que recursos, ese gesto vale más que cualquier índice macroeconómico.


