La carne vacuna, símbolo de la mesa argentina, está dejando de ser un alimento cotidiano para transformarse en un lujo. Carniceros de distintos barrios del país anticipan que en los próximos días los frigoríficos aplicarán un incremento del 10%, empujando el aumento acumulado en lo que va de 2025 por encima del 31%.

Datos del Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina (IPCVA) revelan que en los últimos doce meses el precio escaló un 58,2%, en un contexto donde la inflación golpea con fuerza y el dólar se encarece, arrastrando los costos en toda la cadena de producción.

En la Ciudad de Buenos Aires, comerciantes como Marcelo, dueño de una carnicería en Chacarita, explican que hasta ahora absorbieron subas de entre el 3% y el 5% para no perder clientes. Pero con este nuevo ajuste no habrá margen: el impacto se verá directamente en el mostrador.

El cambio de hábitos de compra es notorio. Muchos consumidores reducen las cantidades, eligen cortes de menor precio o reemplazan la carne vacuna por pollo y cerdo. El pollo ya aumentó un 25% en el año, mientras que el cerdo se mantuvo más estable, aunque también con ajustes puntuales.

A pesar de las promociones —como dos kilos de osobuco a $12.000 o descuentos en bifes de costilla— la venta se desploma después de la primera quincena de cada mes, cuando el dinero escasea y los hogares priorizan otros gastos.

La inminente suba no solo golpeará el bolsillo, sino que amenaza con profundizar la caída del consumo interno, encendiendo las alarmas en uno de los sectores más tradicionales de la economía argentina.