Uno de cada cuatro argentinos de bajos ingresos pidió plata para comer: el nuevo rostro de la crisis económica
12 de noviembre de 2025
Según la EPH del Indec, el 22,5% de los hogares pobres tuvo que endeudarse con familiares o amigos. Cuatro de cada diez liquidaron ahorros o vendieron pertenencias. La crisis desborda al sistema financiero formal y redefine el mapa social.
Hay una economía que no figura en los informes del Fondo Monetario, ni en los balances del Tesoro, ni en los discursos de campaña. Es la economía del lazo, la que sostiene lo que el sistema formal dejó caer. Esa red invisible de favores, préstamos y trueques cotidianos se convirtió —según los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)— en la nueva arquitectura de supervivencia argentina.
En el primer semestre de 2025, el 22,5% de los hogares de bajos ingresos tuvo que pedir dinero a familiares o amigos para comer. No se trata de un gesto esporádico, sino de un síntoma estructural: la financiarización del vínculo personal. En un país donde el crédito bancario ya no existe para el trabajador informal, la solidaridad sustituye a la tarjeta.

Mientras tanto, el 40,8% de los hogares debió liquidar ahorros o vender pertenencias para sostener los gastos básicos. Es decir: cuatro de cada diez familias se están devorando a sí mismas, consumiendo su reserva para sobrevivir otro mes. No hay horizonte de ahorro posible cuando el salario real cae y la inflación erosiona cada billete antes de llegar al bolsillo.
El fenómeno se acentúa en los sectores medios y bajos, donde la estructura de ingresos se agotó. En la cúspide, en cambio, el endeudamiento sigue circulando por los canales institucionales: bancos, tarjetas, créditos personales. El sistema formal, una vez más, se preserva para los solventes.
Históricamente, los picos de deuda doméstica coincidían con momentos de crisis bancarias. Hoy el colapso es más silencioso: la economía formal se achica, pero la informal crece dentro del hogar. En la Argentina de Milei, la “desregulación” tiene una contracara: la regulación de facto de la necesidad, donde el mercado se repliega y el Estado se ausenta.

El endeudamiento entre parientes o vecinos no paga tasas, pero sí deja marcas: culpa, dependencia, deterioro emocional. Es un crédito que se cobra en confianza y se paga en relaciones fracturadas. En el fondo, describe una sociedad que se reorganiza desde los restos, sustituyendo instituciones por vínculos.
La Argentina se está convirtiendo en un país donde el capital más valioso es tener a quién pedirle plata.


