La crisis textil se convierte en un termómetro del modelo: 170 suspensiones en Textilana golpean a Mar del Plata
13 de noviembre de 2025
La principal fábrica de tejido de punto del país atraviesa una crisis profunda: suspendió al 70% de su personal hasta marzo. La caída del consumo, el ingreso de importaciones y la recesión industrial exponen el límite del ajuste.
La noticia no se reduce a un número. Detrás de las 170 suspensiones en Textilana, la histórica productora de Mauro Sergio, late una señal más amplia: la industria textil argentina está entrando en una zona crítica, donde el ajuste fiscal y la apertura comercial chocan con la estructura productiva que sobrevivió —a duras penas— a décadas de inestabilidad.
En una audiencia convocada por el Ministerio de Trabajo bonaerense, la empresa acordó suspender al 70% de su plantilla durante cuatro meses y medio, entre noviembre y marzo. Los operarios percibirán el 78% de sus salarios, apenas por encima del piso legal, y recibirán el aguinaldo en dos cuotas. La alternativa —lo admiten los propios delegados— era peor: despidos masivos o el cierre de la planta.

El testimonio de Mauro Galván, representante de la comisión interna, es revelador. “Hay compañeros con 40 años de antigüedad. Nunca vi algo así. La fábrica está diezmada: de 1200 empleados hoy quedan 240”. En su relato se mezclan la memoria obrera y la evidencia empírica de una contracción brutal del mercado interno.
El diagnóstico es compartido por buena parte del sector: caída del consumo, atraso cambiario y creciente ingreso de productos importados —especialmente desde Asia— que deterioran la competitividad local. Textilana no es un caso aislado, sino el espejo de una tendencia que se repite en otros polos fabriles de Buenos Aires, La Rioja o Tucumán.
La situación plantea una paradoja política: mientras el Gobierno celebra un superávit fiscal “histórico”, la economía real empieza a desangrarse en los talleres y las líneas de producción. Los números cierran, pero los telares se apagan. El equilibrio contable se consigue, en parte, a costa del equilibrio social.

En Mar del Plata, la ciudad que alguna vez fue símbolo del desarrollo textil, las suspensiones en Textilana son algo más que un conflicto laboral. Funcionan como un barómetro silencioso de la recesión, una advertencia de lo que puede venir si la demanda no se recupera y si la apertura comercial continúa sin amortiguadores.
El dato final, que Galván deja caer con resignación, resume la escena: “Antes veíamos salir camiones todo el tiempo. Ahora no hay ventas. No hay guita en las calles”. El país que prometía “previsibilidad” empieza a mostrar su otra cara: la de la industria parada y el empleo en suspenso.


