Los detalles detrás de la salida de Guillermo Francos y el ascenso de Adorni en el Gabinete
01 de noviembre de 2025
La abrupta salida de Francos sacude los cimientos del gabinete libertario y abre paso a Adorni, el vocero que conoce al presidente desde adentro. ¿Cambio de estilo o nueva batalla interna?
La renuncia de Guillermo Francos como jefe de Gabinete representa mucho más que un traslado de piezas: es un emerger de las grietas internas del oficialismo libertario, que hasta ahora parecían contenidas. Francos, instalado en el cargo para aportar experiencia de gestión a un gabinete plagado de novatos, finalmente reventó por la presión acumulada y la lógica de poder acelerada que rige en el entorno de Milei.
Su reemplazo probable, Manuel Adorni —hasta ahora vocero y hombre de proximidad con Karina Milei—, no llega al puesto solo para hablar o explicar, sino para consolidar un estilo distinto: más directo, más alineado a la cúpula más cercana al presidente y menos tolerante con intermediarios. Si la hipótesis es correcta, lo que se avecina no es solo un cambio de nombre, sino un cambio de lógica de conducción.

Un gabinete al filo
Francos había sido la apuesta por un “volumen político” del gabinete: alguien que pudiera negociar, mostrar interlocución, levantar el perfil. Pero el desgaste fue evidente. Según fuentes cercanas, su salida no fue sorpresa para quienes monitorean los pasillos del poder: los roces eran permanentes y la exigencia, in crescendo.
Desde el entorno presidencial se deslizó la frase que lo resume todo: “Ahora necesitamos un mando más directo, más cohesionador”. Ese mando es Adorni, cuya cercanía al presidente y a su entorno íntimo le otorga la credencial interna para asumir.
— Oficina del Presidente (@OPRArgentina) November 1, 2025
¿Estilo viejo o nuevo?
Con Adorni podría inaugurarse una etapa de operaciones políticas más filosas, menos gestuales y más de resultados. Su rol como portavoz le dio ventaja: conoce los engranajes de la comunicación, pero también tiene vínculos con los operadores internos. En tiempos donde cada disputa política —sea por reforma, por recursos, por nombramientos— se decide en minutos, ese perfil puede hacer la diferencia.
Pero no todo es transición suave: la salida de Francos expone también la tensión entre la experiencia de gestión y la lógica del “equipo íntimo” que privilegia Milei. Adorni paga el precio de esa lógica: debe rendir resultados rápidos, sin errores, porque su margen de confianza es más estrecho.

La puerta abierta de la renovación
Este cambio ocurre a semanas de elecciones clave y con un mandato que empieza a sentirse más exigente de lo previsto. En ese escenario, ser jefe de Gabinete ya no es solo coordinar ministerios: es convertir promesas en hechos, aclarar la ruta y contener la turbulencia política. Adorni lo sabe. Y también lo sabe Milei: la exigencia ya no admite ensayo.
La lectura más amplia es evidente: el presidente desplaza piezas, ajusta el tablero y selecciona a quienes le garanticen no solo lealtad, sino eficacia. Francos salió porque no logró conjugar ambas cosas al ritmo requerido; Adorni asume porque promete hacerlo con el sello del círculo más interno.


